
Ver la procrastinación desde una perspectiva más constructiva implica identificar y aprovechar los aspectos positivos que puede aportar. Por ejemplo, procrastinar nos da tiempo para reflexionar sobre las tareas y abordar problemas desde enfoques diferentes. El tiempo extra permite reevaluar y mejorar la planificación de las tareas. Así optimizar el tiempo.
Bill Gate en una conversación que tuvo tiempo atrás con la prensa internacional, declaró: “Siempre pondré a una persona perezosa a hacer un trabajo difícil porque una persona así encontrará una manera fácil de hacerlo”. Al asignar un trabajo difícil a alguien que tiende a procrastinar, es posible que esta persona descubra atajos y métodos más efectivos.
Esta capacidad para optimizar procesos puede ser extremadamente valiosa, donde la eficiencia puede traducirse en ahorro de tiempo y recursos. Por tanto, la procrastinación puede tener un lado positivo cuando se trata de encontrar soluciones eficientes e innovadoras para problemas complejos.
Es una reflexión sobre cómo la motivación para evitar el trabajo innecesario puede llevar a enfoques creativos y productivos. Aunque pueda parecer una contradicción encomendar una tarea difícil a alguien etiquetad@ como «perezos@» la cita destaca una visión estratégica, estas personas pueden ser especialmente talentosas en encontrar las soluciones más directas y menos complicadas.
La procrastinación puede impulsar la creatividad.

Cuando una persona procrastina, su mente no está inactiva, al contrario, está trabajando en segundo plano. Este período de aparente inactividad puede ser un tiempo en el que la mente se libera de las presiones inmediatas y permite que las ideas fluyan de manera más libre y creativa.
Al no estar enfocada directamente en la tarea, la mente puede vagar y explorar conexiones y conceptos que normalmente no consideraríamos. Esta exploración mental puede llevar a soluciones innovadoras y fuera de lo común cuando finalmente se aborde la tarea.
Imaginemos a una persona, docente, de nombre, Ariel, que tiene que preparar una clase innovadora sobre la “Revolución Industrial”. Ariel tiene un plazo para entregar su planificación, pero en lugar de comenzar de inmediato, comienza a procrastinar. Durante este tiempo, Ariel decide hacer actividades que no están directamente relacionadas con su trabajo, como leer una novela, ver documentales, o simplemente salir a caminar y reflexionar.

Lo analizaremos de acuerdo a las fases que proponemos como La Gente Humana.
- Fase de Exploración Mental: Mientras Ariel pasea, su mente vaga libremente, comienza a hacer conexiones entre los elementos de la novela que está leyendo y los contenidos que debe enseñar sobre la Revolución Industrial. Piensa en cómo los personajes de la novela se vieron afectados por los cambios industriales y cómo esto puede relacionarse con las experiencias de sus estudiantes.
2. Fase de Inspiración: Ariel se inspira al ver un documental sobre la evolución de la tecnología y cómo afecta a la sociedad. Esta idea comienza a tomar forma en su mente como una manera de conectar la historia con el presente.
3. Fase de Implementación Creativa: Finalmente, cuando Ariel decide abordar la tarea, tiene una lluvia de ideas fresca y creativa. Diseña una lección interactiva en la que l@s estudiantes se dividen en grupos, cada uno representando diferentes roles durante la Revolución Industrial, como trabajadores, empresarios e inventores. Utiliza recursos audiovisuales y actividades prácticas para que l@s estudiantes experimenten los impactos de los avances tecnológicos en sus propias vidas.
Resultado, gracias a la procrastinación, Ariel no solo preparó una clase innovadora, sino que también creó una experiencia educativa más rica y significativa para sus estudiantes. Las ideas innovadoras pueden surgir cuando la presión del tiempo obliga a pensar rápidamente y de manera creativa.
Evaluación de prioridades a través de la procrastinación

La procrastinación, a menudo vista como una barrera para la productividad, puede ser un mecanismo natural que nos ayuda a evaluar y ajustar nuestras prioridades en términos emocionales. Aquí exploramos cómo la procrastinación puede ser utilizada para identificar lo que es realmente importante y urgente, y cómo puede conducir a una reevaluación de la importancia de las tareas.
Priorización Emocional
Cuando procrastinamos, tendemos a posponer tareas que percibimos como menos importantes o menos urgentes. Este acto de retraso puede servir como un filtro natural, ayudándonos a identificar aquellas tareas que realmente necesitan nuestra atención inmediata.
A menudo, las tareas que permanecen pospuestas durante mucho tiempo no eran tan urgentes como inicialmente se pensaba. La procrastinación nos obliga a diferenciar entre la urgencia real y la urgencia percibida, permitiendo un enfoque más claro en lo que realmente importa.
Por ejemplo, el equilibrio entre la vida personal y profesional es esencial para el bienestar general. La procrastinación puede ser una señal de que necesitamos tiempo para nosotr@s mism@s y nuestras relaciones personales. Tomarse un tiempo para la familia y el esparcimiento puede ayudar a recargar las baterías emocionales, lo cual es crucial para mantener un rendimiento óptimo en el trabajo.

La procrastinación que implica un descanso adecuado y actividades de esparcimiento permite recargar las baterías emocionales. Esto es esencial para enfrentar las tareas profesionales con renovado vigor y enfoque. Un descanso adecuado mejora la concentración y la capacidad de resolver problemas, lo que a su vez puede aumentar la productividad a largo plazo.
Tomarse tiempo para actividades personales puede reducir el estrés acumulado, evitando el burnout y mejorando la salud mental. La reducción del estrés contribuye a una mejor toma de decisiones y a una mayor creatividad en el trabajo.
Al observar qué tipos de tareas tendemos a procrastinar, podemos identificar patrones en nuestro comportamiento que revelan nuestras prioridades implícitas. Esto puede ser útil para entender mejor nuestras preferencias y aversiones, así como las verdaderas prioridades en nuestra vida.
Con esta información, podemos tomar decisiones más informadas sobre cómo gestionar nuestro tiempo y energía, enfocándonos en las tareas que realmente aportan valor y dejando de lado aquellas que no son tan críticas.
Evaluar la procrastinación.

Al volver a una tarea después de un periodo de procrastinación, podemos aplicar un juicio más crítico y objetivo, determinando si la tarea sigue siendo relevante y alineada con nuestros objetivos actuales. Esto nos permite revaluar si las tareas en las que estamos trabajando están alineadas con nuestros objetivos a largo plazo.
Si encontramos que una tarea no contribuye significativamente a nuestros objetivos, podemos reasignar nuestros esfuerzos hacia actividades más impactantes. Esta mirada de la procrastinación fomenta la adaptabilidad, permitiéndonos ajustar nuestras prioridades en respuesta a cambios en el entorno o en nuestras circunstancias personales. Esto asegura que nuestras acciones estén siempre alineadas con nuestras necesidades y metas más actuales.
Para quienes conocen la vocación en educación, la procrastinación desde este enfoque es necesaria, permitiendo el ocio creativo. Como arquitectos de personas y pilares de la sociedad, tomarse un tiempo para reflexionar, relajarse y recargar energías no solo incrementará su productividad y efectividad en el ámbito educativo, sino que también inspirará a l@s estudiantes con ideas renovadas y enfoques innovadores.
Esta procrastinación reflexiva construye una sociedad mejor, donde educadores/as equilibrad@s y motivad@s cultivan mentes brillantes y corazones fuertes, liderando el cambio y forjando un mañana más prometedor.

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